Mientras cursaba Bellas Artes una pregunta martilleaba mi cabeza, ¿es que no existían mujeres artistas? Todo lo que estudiábamos había sido creado por varones, desde la escultura a la pintura, la arquitectura, la ilustración, el dibujo, el grabado. Todos los nombres asociados al arte eran de varones, incluso los orígenes del mismo ubicado en el arte parietal, con los estarcidos de manos, era atribuido en exclusiva a la gran genialidad del varón, tan solo por el hecho de serlo.
Cuando en clase intentaba crear una escultura el compañero varón de turno me decía que yo no podía y que él “me iba a ayudar”, cuando me ponía a soldar me decían que los dejara a ellos que lo hacían mejor que yo, en la clase siguiente tenía que ver vídeos de compañeros que estaban atacando a las mujeres tratándolas de Evas perversas asociadas al infierno, mientras muchas de mis compañeras mujeres los apoyaban, y acto seguido tenía que asistir en clase de pintura a una orgía patriarcal de «mujeres desnudas-vaginas sumisas» como principales imágenes representadas en los cuadros de compañeros varones.
Ante ello es evidente la rebelión personal hacia una búsqueda de respuestas. Y en estas andaba yo cuando cayó en mis manos el libro Arte y propaganda en el siglo XX el cual incluye un capítulo denominado El arte de protesta: de Vietnam al SIDA, dentro del cual se encuentra el apartado Feminismo. Entre sus páginas descubrí The dinner party de Judy Chicago, que me hizo entender que había otro camino que debía transitar por mí misma ya que este estaba al margen de la docencia reglada universitaria.
Mi siguiente paso fue hallar el artículo de Linda Nochlin, ¿Por qué no ha habido grandes mujeres artistas?. Su lectura comenzó a darme respuestas y me hizo dejar de entender el sistema del arte tal y como se me estaba transmitiendo desde las instituciones oficiales, para comprender que ese otro camino con el cual me sentía identificada era el feminismo, el arte feminista.
Linda Nochlin, autora del artículo ¿Por qué no ha habido grandes mujeres artistas?, representada por Kathlenn Gilie.
De Linda Nochlin aprendí que el arte no es esa sucesión continua a lo largo de la historia de nombres de varones que pueblan hoy nuestros museos a lo largo y ancho del planeta, que existe un discurso silenciado en el cual se nos ha ubicado a las mujeres artistas, excluyéndonos del oficial mediante diferentes mecanismos que nos han hecho imposible acceder a las diferentes formaciones necesarias para poder desarrollarnos como artistas en igualdad de condiciones.
Aprendí también que las que no hemos nacido hombres blancos preferentemente de clase media, no hemos formado parte del mundo del arte debido a la educación, a las instituciones educativas que nos rodean de pensamiento patriarcal, y destinadas a ensalzar la supremacía del varón blanco mediante la exclusión sistemática y concienzuda del resto. Y que la razón es la construcción ficticia de un ser inferior denominado «mujer» en singular, inestable por naturaleza, que se ve afectado por los astros, por la menstruación, por su útero vacío o por las hormonas, al cual el varón ha de controlar y dominar.
Y es que quienes ostentan los privilegios se niegan a ceder espacio a las y los demás, se han apropiado mediante la fuerza de algo que no les pertenecen, dando lugar a una minusvaloración y discriminación de las mujeres en todos los ámbitos de la existencia, y como no de las mujeres artistas y a lo largo de toda la historia del arte.
Tal y como indica John Stuart Mill en el siglo XIX en su texto La esclavitud femenina, todo aquello que es habitual parece natural, siendo el sometimiento de las mujeres a los hombres una costumbre universal; cualquier desviación de ella parece, de manera perfectamente natural, algo antinatural. La mayoría de los varones defiende la igualdad sin saber ni tener deseos de que esa igualdad sea real, como dice Linda, siendo totalmente reacios y resistentes al cambio del orden establecido, y esperado, dentro de este sistema esclavista patriarcal, que la «mujer» no tan solo sea sumisa, sino que también les profese un afecto incondicional.
La pregunta de Linda Nochlin planteó muchas dudas sobre los pilares en los que se asienta el mundo del arte y la creación. Las grandes obras de arte, consideradas genialidades, ¿por qué lo son en realidad?, ¿cómo se construye el concepto de genio o de genialidad mediante la exclusión de las mujeres? El mito patriarcal de la genialidad masculina, manifestado a edad temprana, se considera innato, no necesitado de desarrollo artístico, de apoyo económico, o de dedicación plena. Frente a ello vemos a la «mujer», cuya genialidad básica definida por el varón es ser sumisa, madre y esposa, también musa, pero con una función clara, la crianza y el cuidado de la prole del genio, que la imposibilitan para su propia genialidad. Pero en el desarrollo de la razón y la imaginación en las/os niñas/os pequeñas/os, la inteligencia, o indirectamente lo que hemos dado por llamar “genio”, es una actividad dinámica, y no una esencia estética.
Hemos de ser conscientes de que el arte no puede ser considerado como una actividad autónoma y libre de un individuo superdotado, que la creación no está condicionada por el sexo sino por estructuras sociales, por academias del arte, por sistemas de mecenazgo, por mitologías de supremacía del varón blanco, del marginado social, del supermacho genio creador divino, etcétera. Y que este sistema del arte patriarcal sentó desde sus orígenes las bases para la exclusión de nosotras, las mujeres, mediante múltiples y variadas teorías destinadas a nuestra anulación como seres libres e independientes.
Linda Nochlin se marchó el pasado 29 de octubre del 2017 a los 86 años de edad, dejando tras de sí un legado teórico que parte de su ensayo de 1971 ¿Por qué no han habido grandes mujeres artistas?, el cual es esencial para comprender la forma en que hoy en día nos acercamos a la historia del arte. Sus escritos y enseñanzas sobre el realismo, en particular sus ensayos sobre representaciones de mujeres y clases en las pinturas de Gustave Courbet, se enseñan en universidades de todo el mundo.
Imagen: Kathleen Gilje, Linda Nochlin in Manet’s Bar at the Folies-Bergere, 2005, oil on linen. Collection of the artist. http://www.artnews.com/2017/11/02/a-true-pioneer-friends-and-colleagues-remember-linda-nochlin/
Marián M.Cañizares www.marianmcanizares.com
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